A fines del XIX resurgió la producción artística de carácter religioso. Obras de un eclecticismo academicista, sin grandes aportaciones temáticas o técnicas, pero ejecutadas con gran calidad.
Aunque con algunos precedentes, la modernidad sólo alcanzaría al arte religioso vizcaíno en los años cuarenta del siglo XX. Se rompió con las formas tradicionales, surgiendo nuevos lenguajes artísticos y aumentando el interés por la individualidad del artista y la entidad de cada proyecto creativo.


